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La madera, un recurso inagotable con impacto cero
Más oxígeno, menos anhídrido carbónico

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La madera es un material creado por la naturaleza respetando la naturaleza. A diferencia de muchas otras materias primas – pensemos, por ejemplo, en los yacimientos de piedras, metales o combustibles fósiles – la madera es un recurso potencialmente inagotable ya que sólo se alimenta de energía solar y de las lluvias. La madera tiene un ciclo de vida lento, pero absolutamente ecológico y continuamente renovable, si se acompaña de una gestión consciente del patrimonio forestal.

Un bosque cultivado, exactamente como ocurre con un terreno agrícola, no sólo produce mejores frutos, sino que, al mismo tiempo, ofrece importantes contribuciones sociales. Los bosques gestionados por el hombre, con un ciclo de crecimiento controlado que favorezca el uso de la madera y su regeneración, son sistemas capaces de producir más oxígeno; pero también, capaces de absorber más anhídrido carbónico y, sobre todo, de retenerlo.

Todo ello de forma muy eficiente respecto de las superficies boscosas abandonadas a sí mismas. Un bosque cuidado según las reglas de la buena silvicultura, mientras crece, no se limita solo a poner a disposición del hombre continuamente la madera, un material con características únicas para prestaciones y belleza.

La madera tiene un ciclo de vida lento, pero absolutamente ecológico.

Desarrolla también un extraordinario papel de protección de la calidad del aire, de regulación hidrogeológica y de protección del paisaje. El uso de la madera según estas modalidades, a diferencia de cuanto ocurre con las canteras o minas de otros recursos naturales, no produce ningún daño en el medio ambiente. Su impacto es cero.

 

MÁS OXÍGENO, MENOS ANHÍDRIDO CARBÓNICO.

Durante la fase vegetativa, una planta activa una serie de intercambios con el terreno y el aire que aportan un gran beneficio al medio ambiente. Las raíces absorben el agua y los elementos nutritivos del suelo, una linfa vital que, a través del tallo, llega a las hojas, donde se produce una transformación extraordinaria: la fotosíntesis. De hecho, se trata de un proceso alimentado tal solo por la energía solar que permite a la planta absorber anhídrido carbónico del aire y generar nuevo oxígeno. De esta forma, también se producen las sustancias ricas en energía, como los azúcares y los almidones, que están en la base de los elementos que componen la madera: lignina y celulosa. Solo hay que tener en cuenta que una planta vital, por cada metro cúbico de madera producida, es capaz de sustraer de la atmósfera hasta una tonelada de anhídrido carbónico y liberar casi 700 kilogramos de oxígeno.

El proceso de fotosíntesis, muy intenso en los ejemplares jóvenes, se reduce, hasta casi agotarse del todo, a medida que los árboles envejecen. Por ello, es importante que un bosque pueda ser cultivado y renovado continuamente.

La excesiva concentración de anhídrido carbónico en la atmósfera, en gran parte consecuencia de la contaminación, se considera uno de los principales responsables del efecto invernadero y, por tanto, del calentamiento y del cambio climático de nuestro planeta. En el uso de la madera procedente de bosques gestionados de forma sostenible con el medio ambiente reside en realidad gran parte de las esperanzas para poder contrarrestar este fenómeno preocupante.

 

¿MADERA AUTÉNTICA O MADERA FALSA?

Es fácil encontrar productos que pueden ser confundidos con un verdadero suelo de madera, solo porque imitan el aspecto exterior. Entre los más comunes figuran los suelos plásticos y los suelos cerámicos efecto madera. Los de vinilo, de melamina y los laminados, pertenecen a la primera categoría. Se trata, de hecho, de productos compuestos por materiales compuestos revestidos con una capa fina de plástico o con una película decorativa realizada con un papel especial o bien de laminado, que puede reproducir cualquier tipo de motivo. Igualmente están difundidas las imitaciones obtenidas mediante impresión digital en suelos de cerámica. Aunque el ojo puede ser fácilmente engañado, es suficiente tocar con la mano para notar la diferencia. No se trata tanto de una diferencia estética, sino de substancia. Lo que no puede imitarse es la autenticidad.

Es un valor que reconocemos todos en las personas, pero que encontramos también en las cosas que las circundan más de cerca. Nuestra casa habla sin lugar a dudas de nosotros. Con la madera auténtica expresará calor de verdad y naturaleza. Esto no ocurrirá con una madera falsa. ¿regalarías una flor de plástico?.